domingo, 9 de agosto de 2009

Era capaz de hacer a un niño reír sin parar, solo él era capaz. El caso es que en el fondo era un infeliz, le parecía ridículo pintarse la cara, él quería ser equilibrista y oír ovaciones en vez de tanto reír.
Una mañana se subió en el travesaño y no habían puesto mallas la última vez…
Hoy vive retirado en algún lugar, pegado día y noche a su silla de ruedas, parece que ha terminado aceptándose por fin dejó de sufrir y entendió que su propósito en esta vida es hacer felices a otros.